No soy capaz de expresar la felicidad que nos ha proporcionado la inteligente conversación de ambos.
Les hemos ofrecido la tourneé habitual de Acrópolis, Museo Nacional, Plaka y saganaki en el Pireo y como ampliación de servicios al disponer ahora de coche -y tiempo- excursión a Micenas y Nafplio con parada en el istmo de Corinto.
El día 25 -Fiesta Nacional, Alzamiento contra los turcos en 1821- fuimos a Filé, que es ya un clásico de nuestro recorrido y además de disfrutar de un paisaje espectacular la comida fue un espectáculo:
MUGRIENTO Y COCHAMBROSO.
Que así, sin matices, era el sitio donde comimos. Maricarmen estaba al borde de un ataque - o quizá de lleno en él-, Cristina alucinada y Paco y un servidor desopilados de la risa.El "convoy" de la sal, pimienta y palillos (Señor, qué miedo daría meterse uno en la boca) quedó inmortalizado al instante.
El patrón arrastraba la sabiduría que da la tradición más popular... y toda la MUGRE a la que un cuerpo puede dar forma y sostén. Hablaba un griego quizá antiguo o quizá sólo gangoso y sin vocalizar, del que yo, que ya voy entendiendo bastante bien a los humanos, no pillé ni una. No era capaz de decir lo que había y sólo a base de mencionarle platos y el hombre asentir o negar fuimos capaces de ordenar la comanda. Eso sí, la comida estuvo bien -de sabor y cantidad- y sólo un poco sucia. Como de todo ser se puede aprender, observamos que avivaba el fuego para hacer brasas con un secador de pelo -tomad nota barbacoeros del mundo, Grecia está a la cabeza de la innovación tecnológica-.
Apenas repuestos del encontronazo con el agro profundo -a 20km. de Atenas-,vimos en la mesa del al lado un grupo de la tercera edad -del cámbrico o así- que se atiborraba con los tupes traídos de casa, no sé si por tacañería, higiene o confianza pueblerina.
Nos lanzaron una frase sobre que "el bacalao se ha cogido el coche" que hemos interpretado -no sin dificultad- como una disculpa por romper la dieta de cuaresma -aquí es algo serio, en el McDonalds ponen hamburguesas de gambas para los muy creyentes-y siguieron a lo suyo.
Al acabar de comer -más o menos- sacaron una guitarra y un par de baglamás y se arrancaron a cantar y bailar.
Nos preguntaron si nos molestaba -ni mucho menos- y al oír nuestros aplausos nos obsquiaron con un plato de halvás. Luego llegó la cuenta aquí inmortalizada. Inolvidable.
2 comentarios:
Te tengo que querer, Manolo, hermano. Mil besos y gracias por todísimo.
Paco
Hola Manolo, pasamos, muy buena semana gracias a vuestra hospitalidad. Que conste que guardo muy gratos recuerdos de la visita al "merendero" griego. Me gustó la experiencia y sobre todo la comida. ¡Qué ricas estaban las patatas! y ese toque de secador para hacer las chuletas de cordero.¿Cómo voy a olvidarme de él?
Lo que me tenía y me sigue teniendo alucinada es la Atenas actual.
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