domingo, 20 de abril de 2008

Aquiles y la tortuga




No es que sea tan raro, pero en nuestro último viaje de fin de semana hemos visto contrastes curiosos. Hemos visitado, con motivo del trabajo de Maricarmen, Larisa, ciudad con fama (en Grecia) de provinciana y fea. Al menos en mi opinión es una fama injusta, porque la ciudad parece mucho más viva y próspera que otras y tiene un centro peatonal, recoleto y comercial, muy agradable. Tiene además un teatro antiguo y, al fondo del paisaje, el macizo del Monte Olimpo.En fin, que ya se sabe que la envidia y la malicia no tienen la vista muy fina que digamos... Como particularidad decir que está en la llanura de Tesalia, es decir LA LLANURA de Grecia. De hecho, la gente se desplaza por la ciudad en bici -no, no penséis en Holanda, el tráfico no tiene nada que ver, sólo las bicis se parecen-.
Maricarmen visitó el 5º Gimnasio ( o sea instituto de secundaria obligatoria) y se entrevistó con las fuerzas vivas de la lengua española en la localidad. Encantadores y acogedores, así da gusto visitar sitios. Cenamos la noche de nuestra llegada en velada íntima, en el restaurante Κύαθος, nuestra cena más romántica en mucho tiempo- soy un sentimental...- y al día siguiente tuvieron lugar las visitas de trabajo y la comida con los profesores españoles y griegos antes señalados. Luego, por la tarde, excursión a Ampelokia. Paraje de fama -merecida- por su belleza y puerta de la Garganta del Tempe. Aquí se volvió Dafne laurel, en este bosque a poca distancia del Monte Pelión, donde el centauro Quirón instruyera a Aquiles, el de los pies ligeros. Al día siguiente vuelta a Atenas con parada en Las Termópilas para rendir homenaje a Leónidas y los trescientos y, al menos yo, a los setecientos tespiotas, de los que casi nadie se acuerda y que murieron allí, a la vez y por lo mismo.Repasando lo visto cabe señalar que la subida a Ampelokia es sinuosa, no, es ... bueno vedlo vosotros mismos en estas dos imágenes...
El gps no exagera y la cámara, si acaso, se queda corta.
El sitio es bellísimo, con un pasado de esplendor económico por la factura de tintes para tejidos. Hoy en día el senderismo atrae a muchos visitantes y hay un buen número de hoteles con encanto.
A la subida nos topamos con la tortuga que da título al post. Estuvo a punto de ser atropellada por dos todoterrenos locales, lo que la hizo recular momentáneamente, pero al final llegó a la cuneta.
Lo de las Termópilas es curioso, porque la zona ha cambiado tanto desde el siglo V a.C. que la batalla no se entiende. Fijaos en la foto del monumento a los tespiotas de antes. No sólo pasa por la zona entre las fuentes y el mar la autopista -todavía en obras y, de facto, carretera de una sola dirección- sino que la sedimentación del río hace que, literalmente, haya kilómetros de extensión perfectamente plana por donde pasar. Pese a todo, si uno mira hacia la montaña, como en la siguiente foto, comprende la grandeza de la gesta.Sobre lo de que la carretera que une las dos ciudades mayores de Grecia -Atenas y Tesalónica- lleve años de retraso en su transformación en autopista de peaje, ved el siguiente vídeo antipromocional (conducía Maricarmen).


Supongo que la tortuga pensará de todos los que vamos tan deprisa: ¡Están locos estos griegos (y visitantes)!

martes, 15 de abril de 2008

La mandolina del Capitán Schnitzel

Empiezo a escribir esto desde la habitación de nuestro hotel, en donde también se alojaron "Nuestra Pe" y Nicholas -cara muro- Cage (hay que ver lo que hace el botox...). El caso es que estamos en Κεφαλλονιά (Kefaloniá o Cefalonia -hay variedad de transcripciones para el nombre de la isla-) La historia del sitio es increíble. Os sugiero que leáis la entrada de la Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Cefalonia, mucho mejor en inglés, con más detalles sobre la época moderna y la segunda guerra mundial y la terrible historia de los italianos fusilados por los alemanes en los últimos días de la guerra http://en.wikipedia.org/wiki/Kefalonia. La "wiki"no es la fuente más fiable del universo pero este artículo es conciso y adecuado). Como adelanta el titular y encabezamiento, aquí se rodó y se sitúa la trama de “La mandolina del Capitán Corelli”.
La primavera en las islas griegas es apabullante, un estallido de vida y color. Hace calor y el viento sur nos trae arena desde Libia, un velo pardo cubre el cielo. Los turistas empiezan -empezamos- a aparecer tímidamente y las calles y comercios cobran ritmo de cara al verano.
Se intuye, pese a todo, que fuera de temporada Kefaloniá es apenas un paraje rural no muy distinto de mi querida Torrevelilla (Teruel). La isla está bajo la protección de San Gerásimo, santo patrón de los Locos, (o Ciudadanos Usuarios de los Servicios de Asistencia Social, Área de Salud Mental; en los tiempos que corren hay que esmerarse para no ser un retrógrado… ). De esto del patrón, los de Kefaloniá –después de un rato buscando el gentilicio he optado por la perífrasis- presumen mucho. También dicen que cuando Dios acabó de construir el mundo las piedras que le sobraron las dejó en la isla amontonadas. No me extraña, la verdad.
La visita –continúo el relato tras la vuelta a Atenas- ha sido muy grata. Alquilamos un coche y recorrimos la isla de cabo a rabo. No tiene mucho mérito, en línea recta son apenas 50 kilómetros. Lo que pasa es que NO HAY NI UN SOLO KILÓMETRO RECTO EN TODA LA ISLA. Sacacorchos, muelle de boli y cosas así se me vienen a la mente. Además soplaba un viento demoníaco, que parecía que se iba a llevar el cochecito volando. Pese a todo, como digo, un viaje estupendo. La ida y vuelta a Atenas fue en avión de hélice de Olympic, algo cochambroso pero sin mucho susto. Como podéis suponer buscamos buenos restaurantes locales y la verdad es que el primer día hicimos nuestra mejor comida desde que estamos en Grecia, y eso es mucho decir, los que habéis venido a vernos lo sabéis. Los demás días nos topamos con que todo lo muy turístico estaba cerrado en preparación para la temporada de vacaciones y hubo que acoplarse a la realidad cotidiana de la isla. Eso sí, el hotel era estupendo y a estas alturas del año hasta razonable de precio. Os pongo una foto de Fiscardo, en el extremo norte de la isla y que fue casi el único pueblo no arrasado por el terremoto de 1953.¡Ah! Lo del schnitzel es porque últimamente me he dado cuenta de que ya no comemos “filetes empanados” sino “schnitzel”. La cosa empezó este verano en Alemania- lógico-, pero aquí también los llaman así, y el otro día se me escapó hablando en español. Me temo que nos estamos volviendo unos señoritingos y que la vuelta a la tiza nuestra de cada día va a ser de aúpa. Hemos cambiado de asistenta – no le venía bien a ella nuestro horario- y la nueva es filipina. Ahora entiendo porque el cuerpo diplomático atesora a sus asistentas filipinas. Trabaja de una manera increíble, me flipa ver como una señora de 1,50 deja todo reluciente en un periquete y ¡Cómo plancha! Coloca todo de una manera tan pulcra y ordenada que me hace sentirme culpable de ser un desastre…

De exposiciones, alcaldes y memorias

Hemos ido hoy- 8 de abril al Pireo, invitados gentilmente por la Embajada de Cuba a la inauguración de la exposición “Cuba y el Mar”. Han tomado la palabra el comisario de la exposición, el embajador de Cuba -¡¡En inglés!!- y el Alcalde de El Pireo, Panagiotis Fassoulas, de quien ya os comenté que es aquel "pivot" marrullero y fibroso que desquiciaba a Romay y compañía. Por allí estaba también el Obispo de la localidad –¡Faltaría más!-. Sé que esto me puede costar algún disgusto, pero la estampa del Sr. Alcalde con sus 2,13 de estatura al lado del obispo en ropa de trabajo tenía un aire raro, que por prudencia no voy a describir por escrito.También me va a costar un disgusto, pero en esto no me voy a cortar. Para mí lo mejor de la exposición era algo que no existe: pintura cubana del siglo XIX. Los cuadros estaban allí y eran marinas y paisajes de los puertos de Cuba, especialmente de La Habana. Todo correcto, incluso brillante, sólo que es pintura española del siglo XIX con tema cubano. Lo siento, pero si no lo digo reviento. Toda una vida hablando de la “Generación del 98” es demasiado “condicionamiento pavloviano”. ¡Pero si hasta las banderas que se veían en los cuadros era rojigualdas…!
No quiero polemizar, pero alguna referencia a España en la documentación o inauguración de la exposición me hubiera parecido un rasgo de honestidad y “memoria histórica”.