Serzilla (o Serjilla, estoy transcribiendo el árabe desde el griego, Alejandra corrígeme si yerro en exceso) es una de las más de cien “ciudades muertas” y un ejemplo perfecto. Impresiona ver las ruinas de una ciudad tan grande en un campo tan solitario. Sólo una familia de beduinos utiliza el pozo y las ruinas como establos.
Después visitamos los resto de la Iglesia y monaterio de San Simeón el Estilita.
San Simeón el Estilita hubiera sido el héroe de la antigua ministra de vivienda, al fin y al cabo, ¿Quién necesita 35m2 si se puede vivir en una columna? ¡Mucho vicio de quejarse es lo que tiene esta juventud! En fin, que los estilitas, dendritas y otros eremitas fueron los líderes mediáticos del siglo V, en el que, llevados por una fe mesiánica, predijeron que los pecados de la vida urbana conllevarían el fin del mundo, y exhortaron a la gente a abandonar el pecado y perdición de las ciudades y retirarse al campo (todo esto me suena a ecologismo apocalíptico y subidas del nivel del mar, perdón, me confundí de siglo y me metí en incorrección política). Tras su muerte, en 459, los terremotos del siglo VI confirmaron las predicciones y el Estilita asentó la fama que había ganado en vida. Fama ganada por el procedimiento de vivir en una columna y desde allí (mientras la buena gente le daba de comer, eso sí) llamar pecadores a todos los demás. En la foto lo que queda de la columna.
(La historia de ayer y de hoy confirma que lo bueno de hacer predicciones apocalípticas es que si no se cumplen nadie te lo afea y si, por casualidad, se cumplen, no importa porque será el fin del mundo. Y mientras tanto a vivir de los que tienen miedo, que para eso están los débiles)
Tras este interludio ideológico -lo siento, pero las media-memeces hacen mucho daño al verdadero respeto por el planeta y la humanidad, y no consigo resignarme- sigo con Siria.
De vuelta a Alepo vimos el zoco en el que no compramos nada, luego nos arrepentimos. Visitamos, también, la mezquita Omeya donde disfrutamos de la espontaneidad de los niños, además de la belleza del lugar.
De allí marchamos al sur , hacia Damasco y parando en la ciudad romana de Apamea, donde Marco Antonio y Cleopatra vivieron las mejores páginas de su historia de amor maldito.
Hama es famosa por sus norias. Hasán nos dijo que las norias eran un invento bizantino extendido por los árabes en sus viajes. Bien, da gusto ver la honradez intelectual, las escasas veces que aparece.De noche llegamos a Damasco para nuestros últimos días en Siria.
Visitamos la parte de la muralla convertida en Iglesia, porque por ella se descolgó en un canasto San Pablo para huir de los demás judíos de Damasco que le querían mal por hacerse hereje.
La visita como tal terminaba con la mezquita de los Omeyas, porque después había tiempo libre para hacer compras en el inmenso bazar.
La mezquita es un bellísimo lugar que contiene reliquias señaladas del mundo musulmán. Allí está la tumba de Saladino y el cenotafio de San Juan Bautista.
Todavía la zona conserva restos de sus etapas anteriores como Templo de Hadad-Júpiter y como iglesia cristiana.
La mezquita es un lugar no sólo de oración sino de vida común, algo perdido hace tiempo en los lugares santos cristianos. Nos vestimos y descalzamos según es precepto y disfrutamos del lugar y la gente.
Después comimos los dos solos, los griegos se lanzaron a hacer compras de inmediato, en una de las callejas laterales en “Al Ezz” un sitio que nos recomendó Hasán, afortunadamente ya sabíamos los nombres de los platos porque la carta era el servilletero que se ve en la foto.El bazar es enorme y ruidoso, como debe ser. Además de todo lo que uno espera encontrar, nos llamó poderosamente la atención que las tiendas de lencería estuvieran atendidas mayoritariamente por hombres… y el tipo de productos que se exhibían, no os perdáis el conjunto rojo de "pelufitas". La verdad es que yo ya había leído y oído de primera mano del gusto árabe e iraní por la lencería subidita de tono, pero la realidad me sorprendió. En Túnez al menos, no estaba tan a la vista.
En fin que tras no comprar más que unos pañuelos para nuestras madre-suegras –a mí sólo me gustaron los instrumentos musicales, que no viajan bien y son demasiado caros y voluminosos para coleccionarlos- nos recogió el autobús y tras los debidos trámites aduaneros y aeroportuarios volvimos a casa, a esta Atenas de nuestras entretelas que tanto tiene en común con oriente medio.
Por no acabar los posts siriacos con lo de la lencería, que me parecería una frivolidad y una injusticia, quiero acabar diciendo que Siria es un país interesantísimo y lleno de contrastes. Hay muchas maneras y muchos motivos para viajar y en Siria los míos se han visto cumplidos: buenas ruinas, buenas ciudades, buena comida, buena gente. Ya antes de ir me había intrigado la convivencia de religiones en Siria, un tema en el que me impulsó a profundizar el magnífico libro de William Dalrymple “Desde el Monte Santo”. El tema me interesa aún más ahora que he visto algunos de los sitios del libro y supongo que visitaré algunos más en los próximos años, de modo que esto ha de acabar con un:
2 comentarios:
Jo, Manolo, como disfruto leyéndote! :-)
Mejor dicho, como disfrutamos, por que Ramón Jr. esta sentado en mis rodillas viendo dibujos animados y de vez en cuando tambien mira. Dale un beso de mi parte a MariCarmen!
¡Pues muchas gracias! La verdad es que gusta tener lectores. No sé si es bueno que tu hijo vea lencería como la de la foto desde tan pronto, pero algún día habrá que explicárselo -o él a nosostros, que ahora saben de todo menos latín-. Un beso de los dos a los dos y a la augusta madre del retoño y esposa tuya.
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