Terminada de visitar Palmira con bastante más detalle del que yo me esperaba - es lo que tiene llevar un buen guía- tomamos camino hacia el este entre camellos.
Quedaría muy “superguay” decir que íbamos hacia Irak. Da imagen políticamente correcta y tal, pero, como sabéis los que me conocéis, la única imagen que me interesa es la que recojo con la cámara. De modo que hay que decir que probablemente el motivo de ir hacia allá es algo más prosaico, que no peor:
Deir Ezzor es una de las ciudades situadas más al este de Siria. La población, según nos comenta nuestro guía -y se aprecia a simple vista-, tiene conexiones familiares y económicas con la gente de Irak. Aquí el número de mujeres y hombres con atavío no-occidental es muy elevado y la cara con la que se recibe al turista es distinta, diría que de cierta hostilidad o hastío. Claro, que esto es probablemente un puro posjuicio mío, porque de hecho el único contacto que hubo con la población local lo tuvieron –por separado- en segundo lugar la profesora Papandreu y, minutos antes, mi Querida Esposa. A ambas se les acercó el mismo grupo de muchachas vestidas de manera no-occidental y después de intentar hacer fotos de Maricarmen con disimulo y darse cuenta ella, fueron interpeladas por nuestro guía Hasán –que el hombre estaba en todo, la verdad- al que dijeron que les gustaría hablar con ella. Yo andaba haciendo fotos por el puente a cierta distancia. En un inglés pasable pidieron permiso y Maricarmen les preguntó para qué querían las fotos, la respuesta fue tan breve y obvia como trascendente: “para recordarte”.Yo vi la escena y, raudo con la cámara como suelo, hice la foto. Ellas no dejaron que Maricarmen les hiciera una. De modo que la foto es una pequeña traición bienintencionada por la que pido perdón: nosotros también queremos recordarlas.
El motivo de que el viaje incluya Deir Ezzor es el de ver la Siria de de lo que ellos llaman Al-Jazzira (la isla) y nosotros “Mesopotamia”. El Éufrates a esas alturas es ya un pedazo de río - lo de arriba es sólo un brazo- pese a la creación en Turquía de un gran número de pantanos que casi lo secaron durante años. Con los pantanos propios llenos, los turcos ahora ya sueltan más agua y la cosa ha mejorado. La fertilidad de estas tierras situadas en medio del desierto es asombrosa, una especie de huerta murciana elevada a varias potencias…
Tras hacer noche en el menos bueno de los hoteles del viaje -segundo motivo del desvío de la ruta ideal- seguimos camino Éufrates arriba hasta Halabiya, un bastión bizantino para el control del río reconstruido posteriormente en varias ocasiones. La siguiente parada fue Rasafah una de las “ciudades muertas” del periodo bizantino reconstruida en el periodo Omeya y posteriormente abandonada de nuevo. Escribiré más adelante sobre las “ciudades muertas”. En esta se encontraba la tumba de San Sergio y fue al restaurarla en época omeya cuando se produjo un hecho curioso: Las inscripciones en griego de los capiteles fueron reproducidas “sinistrorsum” –esto es un guiño para los colegas de clásicas- o sea, escritas de derecha a izquierda a la manera semita.
Entre Deir Ezzor y Alepo se extienden los campos petrolíferos de Siria. Nada comparable a los de otros países árabes, pero si una jugosa fuente de ingresos que, por cierto, parecen mejor empleados que en otras partes.
También paramos en un pueblecito de beduinos-hace tiempo que dejaron de ser nómadas- para ver un ejemplo de arquitectura tradicional. Fueron encantadores, amables y hospitalarios, algo de lo que tienen merecida fama. Una de las excursionistas pidió permiso a una muchacha para hacerle una foto. Yo no me hubiera atrevido y supongo que me lo habría negado. Una vez más no pude resistirme a captar lo que veía y disparé por instinto. Nuestra estupenda compañera de excursión Pepi (Penelope...en serio, maja de verdad. Ella y su marido Giorgos eran nuestros compañeros de mesa habituales, ella es profe de bachillerato...) posaba por doquier, y allí también. En esta foto quise captar las sonrisas de los niños. Los niños sirios me han parecido mucho más alegres que los españoles o griegos. Un buen tema de reflexión.
Alepo es una ciudad de cuatro millones de habitantes –Damasco tiene más de seis- y está presidida por un Álcazar de proporciones colosales. Para dar envidia al personal -sé que lo pagaré algún día- diré que nos alojábamos en el Hotel Sheraton y que este sí tenía cinco estrellas como gigantes rojas de gordas. Mierda de capitalismo, qué mal lo voy a pasar cuando volvamos a la vida de la tiza…
Precioso el centro histórico de Alepo con su barrio armenio y sus diversas mezquitas y callejas. El zoco nos reveló la historia que da título al post. En el barrio armenio hay un buen número de personas que hablan griego. Con nuestro encargado de grupo traduciendo la explicación de Hasán del inglés al griego para "Pinypon y Chus Lampreave” –dos excursionistas sobre las que huelga más comentario que su mote-, todos los que hablaban griego en Alepo nos oían llegar con antelación. Así nos encontramos con este profesional de la venta –que no merece menos epíteto- que nos saludó de “aquesta guisa”. La daga de la mano derecha completa el letrero que lleva en la izquierda y que reza en correcto griego: “cómprele un regalo a su suegra”…
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4 comentarios:
Gracias por su nuevo relato. En Alepo estuve dos años de lectora de español. Fui la tercera de la saga en dar clases en la Universidad de Alepo. Digo yo, que llegados a ese punto, se fumarían ustedes un narguile enfrente de la fortaleza de Alepo. Y comprarían jabones y otras lindezas orientales. Creo que voy a tener que dejar de leer su blog. Salgo de aquí siempre con las manos temblorosas y los ojitos a punto de caramelo.
Saludos.
Gracias de nuevo -supongo que ya podemos tutearnos- por tu amable colaboración. El caso es que no fumamos narguilé porque no fumamos -a secas-. "Pinypon" y "Chus Lampreave" se apretaron uno, eran pintorescas las señoras, y parecieron muy satisfechas. Tengo fotos de los grupos de chicas fumando narguilé justo en frente del castillo de Alepo. Visto tu comentario supongo que debe ser "el sitio". Recuerdo ahora que Hasán se fumó uno con aire de completa satisfacción.Por cierto el tema de las diferentes formas de vestir de las muchachas y sus implicaciones sociales y religiosas me imagino que debe ser muy interesante. y otra curiosidad: ¿El bigote, o ausencia de él, en los varones supone alguna posición social o religiosa? Si te animas haz un post en tu blog sobre el tema. De compras, poco. Estábamos muy escarmentados de Túnez, de donde nos volvimos con un montón de chucherías que no sabemos aún donde meter. En total un perfume y -en Damasco- un chal de damasquinado. Yo personalmenteno me compré ni fumé nada. Soso que es uno.
Soy yo mucho del usted, sobre todo cuando entro en un sitio sin casi llamar a la puerta. Vicios de juventud. Me cuesta hablar de tú, soy muy antigua para estas cosas. Pero podemos tutearnos, supongo. En Alepo, hay varios sitios agradables para fumar narguile. Enfrente de la fortaleza, no es que sea especialmente bueno. Pero en primavera y al anochecer, resulta agradable sentarse en la plaza, buena charla, buena temperatura y narguile. Si se es fumador, claro. Tampoco, a fuer de ser sinceros, es Alepo una ciudad que cuando se vive allí, tenga mucho que ofrecer al residente en tardes de ocio. Puedes imaginar que la oferta de cines, teatros y demás, es muy limitada y dos años es mucho y febril la mirada. Yo, que sí era fumadora en aquel momento y ahora lo he vuelto a ser, he disfrutado unos cuantos allí. Y, ahora mismo, tengo delante de mí un narguile de madera que compré en el zoco de Alepo en su momento. En realidad, los tengo de madera, metálicos, de plástico, de mentira, de verdad, de juguete. Ahora ya no lo fumo en casa. Porque no soporto el carbón artificial. Sólo lo fumo cuando hay una chimenea o una barbacoa cerca y puedo encender carbón natural para fumarlo. Pues me has dado una idea para un post. Ni qué decir tiene que puede pasar por allí cuando desees. Pero más que nada, hablaría de los insultos en dialecto sirio en los que aparecen los bigotes y las barbas y que, como puedes imaginar, son, o bien escatológicos o bien con un alto contenido festivo-sexual. Así es el pueblo llano. Yo ya no compro nada. Mi última estancia en Siria fue en noviembre pasado. Pero ya no compro nada porque ya no me queda nada que comprar. En realidad, cuando paseo por los zocos, los vendedores me sacan la alfombra roja y me hacen la ola. Si me tendrán vista, los pobres. Pero ya saben que no hay nada que hacer. Que me traje quinientos kilos de todo y tengo reservas para los próximos mil siglos. No soy ya víctima ni de zocos ni de encantadores.
Y mas carteles que tenía el hombre.
Si uno presta atención tiene el mismo cartel "Regalo para sus suegra" en alemán.
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