viernes, 30 de mayo de 2008
Visitas Reales
Por un lado como es público y notorio, puesto que salió en la televisión- única prueba necesaria para que la gente se crea la existencia de cualquier cosa, verbigracia el cambio climático- vino a Grecia S.M. la Reina Doña Sofía en ocasión de lo cual hubo recepción en la residencia del Sr. Embajador y por fin he conseguido la foto que mi madre estaba esperando y que prueba -nuevamente de irrefutable manera gráfica- mi imparable ascenso social hasta el infinito y más allá.
Por otro lado, y de manera menos pública, ha estado aquí de visita la Madre de Mi Querida Esposa -evitaré cuidadosamente la odiosa palabra "suegra", ¡Uy! se me ha escapado- que es la Reina de su reino, como yo del mío y usted, querido lector, del suyo propio, que todo humano nace rey aunque la mayoría peleemos poco por seguirlo siendo.
Después de esta desastrosa y casi cervantina defensa del titular que me apetecía poner al "post", diré que la hemos querido tratar a la Madre de Mi Querida Esposa como a una reina, aunque como me es republicana no ha habido manera de conseguirlo.
Apenas se ha dejado llevar a ver piedras y sólo para agradarme accedió a SUBIR (con mayúsculas, Joé qué caló, como dicen en Sevilla) a la Acrópolis.
Eso sí, debo anunciar públicamente y reconozco que con cierto "animus ovorum tangendorum" ( ¿Quizá "animo" en ablativo regido por el "con"?) que la temporada de playa ha comenzado. Mi Mamá Política -esto es un guiño a mi tía María Dolores, un beso, tía- declaró oficialmente inaugurada (las reinas es lo que tienen) la estación de los calores y fuimos a Varkizas a una de las playas de pago, que por aquí es casi la única manera de ir decentemente a realizar tan estéril y gratificante ocupación.
Respecto a la Visita Real, la recepción sirvió para entregar a dos hispanistas griegos la medalla de Isabel la Católica.
S.M. La Reina demostró una vez más su profesionalidad y paciencia al saludar y fotografiarse con todas las personas que de manera espontánea formaron una cola para tal efecto. Yo dudaba si ponerme a la cola, me parecía un poco cateto, la verdad, y ya había requerido la ayuda de las Fuerzas Armadas, la Marina Española siempre está cuando se la necesita -gracias, Javier-, cuando desistí porque vi que la cola finalizaba y, la verdad, S.M. parecía algo cansada. En esto el Señor Embajador, anfitrión impecable, se percató de que Mi Querida Esposa no había sido presentada y procedió a las presentaciones, yo un paso por detrás, claro, pero ahí.
Ambas reinas se marcharon y volvemos a la actividad habitual, eso sí, con un calor propio del verano, que ya está aquí.
jueves, 29 de mayo de 2008
555 aniversario
Esperemos que en el futuro, esperemos que antes del 600 aniversario, Grecia y Turquía puedan vivir su historia común con menos dolor, menos silencio y menos vergüenza.
lunes, 19 de mayo de 2008
Cartas Siriacas: (y III: Soluciones habitacionales, lencería y despedida hasta pronto)
Serzilla (o Serjilla, estoy transcribiendo el árabe desde el griego, Alejandra corrígeme si yerro en exceso) es una de las más de cien “ciudades muertas” y un ejemplo perfecto. Impresiona ver las ruinas de una ciudad tan grande en un campo tan solitario. Sólo una familia de beduinos utiliza el pozo y las ruinas como establos.
Después visitamos los resto de la Iglesia y monaterio de San Simeón el Estilita.
San Simeón el Estilita hubiera sido el héroe de la antigua ministra de vivienda, al fin y al cabo, ¿Quién necesita 35m2 si se puede vivir en una columna? ¡Mucho vicio de quejarse es lo que tiene esta juventud! En fin, que los estilitas, dendritas y otros eremitas fueron los líderes mediáticos del siglo V, en el que, llevados por una fe mesiánica, predijeron que los pecados de la vida urbana conllevarían el fin del mundo, y exhortaron a la gente a abandonar el pecado y perdición de las ciudades y retirarse al campo (todo esto me suena a ecologismo apocalíptico y subidas del nivel del mar, perdón, me confundí de siglo y me metí en incorrección política). Tras su muerte, en 459, los terremotos del siglo VI confirmaron las predicciones y el Estilita asentó la fama que había ganado en vida. Fama ganada por el procedimiento de vivir en una columna y desde allí (mientras la buena gente le daba de comer, eso sí) llamar pecadores a todos los demás. En la foto lo que queda de la columna.
(La historia de ayer y de hoy confirma que lo bueno de hacer predicciones apocalípticas es que si no se cumplen nadie te lo afea y si, por casualidad, se cumplen, no importa porque será el fin del mundo. Y mientras tanto a vivir de los que tienen miedo, que para eso están los débiles)
Tras este interludio ideológico -lo siento, pero las media-memeces hacen mucho daño al verdadero respeto por el planeta y la humanidad, y no consigo resignarme- sigo con Siria.
De vuelta a Alepo vimos el zoco en el que no compramos nada, luego nos arrepentimos. Visitamos, también, la mezquita Omeya donde disfrutamos de la espontaneidad de los niños, además de la belleza del lugar.
De allí marchamos al sur , hacia Damasco y parando en la ciudad romana de Apamea, donde Marco Antonio y Cleopatra vivieron las mejores páginas de su historia de amor maldito.
Hama es famosa por sus norias. Hasán nos dijo que las norias eran un invento bizantino extendido por los árabes en sus viajes. Bien, da gusto ver la honradez intelectual, las escasas veces que aparece.De noche llegamos a Damasco para nuestros últimos días en Siria.
Visitamos la parte de la muralla convertida en Iglesia, porque por ella se descolgó en un canasto San Pablo para huir de los demás judíos de Damasco que le querían mal por hacerse hereje.
La visita como tal terminaba con la mezquita de los Omeyas, porque después había tiempo libre para hacer compras en el inmenso bazar.
La mezquita es un bellísimo lugar que contiene reliquias señaladas del mundo musulmán. Allí está la tumba de Saladino y el cenotafio de San Juan Bautista.
Todavía la zona conserva restos de sus etapas anteriores como Templo de Hadad-Júpiter y como iglesia cristiana.
La mezquita es un lugar no sólo de oración sino de vida común, algo perdido hace tiempo en los lugares santos cristianos. Nos vestimos y descalzamos según es precepto y disfrutamos del lugar y la gente.
Después comimos los dos solos, los griegos se lanzaron a hacer compras de inmediato, en una de las callejas laterales en “Al Ezz” un sitio que nos recomendó Hasán, afortunadamente ya sabíamos los nombres de los platos porque la carta era el servilletero que se ve en la foto.El bazar es enorme y ruidoso, como debe ser. Además de todo lo que uno espera encontrar, nos llamó poderosamente la atención que las tiendas de lencería estuvieran atendidas mayoritariamente por hombres… y el tipo de productos que se exhibían, no os perdáis el conjunto rojo de "pelufitas". La verdad es que yo ya había leído y oído de primera mano del gusto árabe e iraní por la lencería subidita de tono, pero la realidad me sorprendió. En Túnez al menos, no estaba tan a la vista.
En fin que tras no comprar más que unos pañuelos para nuestras madre-suegras –a mí sólo me gustaron los instrumentos musicales, que no viajan bien y son demasiado caros y voluminosos para coleccionarlos- nos recogió el autobús y tras los debidos trámites aduaneros y aeroportuarios volvimos a casa, a esta Atenas de nuestras entretelas que tanto tiene en común con oriente medio.
Por no acabar los posts siriacos con lo de la lencería, que me parecería una frivolidad y una injusticia, quiero acabar diciendo que Siria es un país interesantísimo y lleno de contrastes. Hay muchas maneras y muchos motivos para viajar y en Siria los míos se han visto cumplidos: buenas ruinas, buenas ciudades, buena comida, buena gente. Ya antes de ir me había intrigado la convivencia de religiones en Siria, un tema en el que me impulsó a profundizar el magnífico libro de William Dalrymple “Desde el Monte Santo”. El tema me interesa aún más ahora que he visto algunos de los sitios del libro y supongo que visitaré algunos más en los próximos años, de modo que esto ha de acabar con un:
lunes, 12 de mayo de 2008
Ἐν Δελφοῖς (En Delfos)
Pasar tantas cosas de aprendidas a vividas, del conocimiento a la experiencia. Cien libros, cien reportajes y mil fotos después, he estado ahí, en la foto: no delante, ni detrás de ella. Por fin he conocido en persona a ese viejo amigo de los libros, siempre joven: el Auriga.Hay sitios que tienen una trascendencia en sí. Cuando uno ve el paisaje de Delfos sabe que alguna vez fue sagrado. El mar de olivos de los textos sigue ahí, mucho más vivo que los que lo vieron hace ya dos mil quinientos años.No voy a contar nada aquí de las ruinas, ni del Museo.
Todos los que leáis esto y améis el mundo clásico o simplemente la cultura, deberíais pasar por Delfos en primavera.
Siempre será sagrado.
jueves, 8 de mayo de 2008
Cartas siriacas (y II: cómprele un regalo a su suegra)
Quedaría muy “superguay” decir que íbamos hacia Irak. Da imagen políticamente correcta y tal, pero, como sabéis los que me conocéis, la única imagen que me interesa es la que recojo con la cámara. De modo que hay que decir que probablemente el motivo de ir hacia allá es algo más prosaico, que no peor:
Deir Ezzor es una de las ciudades situadas más al este de Siria. La población, según nos comenta nuestro guía -y se aprecia a simple vista-, tiene conexiones familiares y económicas con la gente de Irak. Aquí el número de mujeres y hombres con atavío no-occidental es muy elevado y la cara con la que se recibe al turista es distinta, diría que de cierta hostilidad o hastío. Claro, que esto es probablemente un puro posjuicio mío, porque de hecho el único contacto que hubo con la población local lo tuvieron –por separado- en segundo lugar la profesora Papandreu y, minutos antes, mi Querida Esposa. A ambas se les acercó el mismo grupo de muchachas vestidas de manera no-occidental y después de intentar hacer fotos de Maricarmen con disimulo y darse cuenta ella, fueron interpeladas por nuestro guía Hasán –que el hombre estaba en todo, la verdad- al que dijeron que les gustaría hablar con ella. Yo andaba haciendo fotos por el puente a cierta distancia. En un inglés pasable pidieron permiso y Maricarmen les preguntó para qué querían las fotos, la respuesta fue tan breve y obvia como trascendente: “para recordarte”.Yo vi la escena y, raudo con la cámara como suelo, hice la foto. Ellas no dejaron que Maricarmen les hiciera una. De modo que la foto es una pequeña traición bienintencionada por la que pido perdón: nosotros también queremos recordarlas.
El motivo de que el viaje incluya Deir Ezzor es el de ver la Siria de de lo que ellos llaman Al-Jazzira (la isla) y nosotros “Mesopotamia”. El Éufrates a esas alturas es ya un pedazo de río - lo de arriba es sólo un brazo- pese a la creación en Turquía de un gran número de pantanos que casi lo secaron durante años. Con los pantanos propios llenos, los turcos ahora ya sueltan más agua y la cosa ha mejorado. La fertilidad de estas tierras situadas en medio del desierto es asombrosa, una especie de huerta murciana elevada a varias potencias…
Tras hacer noche en el menos bueno de los hoteles del viaje -segundo motivo del desvío de la ruta ideal- seguimos camino Éufrates arriba hasta Halabiya, un bastión bizantino para el control del río reconstruido posteriormente en varias ocasiones. La siguiente parada fue Rasafah una de las “ciudades muertas” del periodo bizantino reconstruida en el periodo Omeya y posteriormente abandonada de nuevo. Escribiré más adelante sobre las “ciudades muertas”. En esta se encontraba la tumba de San Sergio y fue al restaurarla en época omeya cuando se produjo un hecho curioso: Las inscripciones en griego de los capiteles fueron reproducidas “sinistrorsum” –esto es un guiño para los colegas de clásicas- o sea, escritas de derecha a izquierda a la manera semita.
Entre Deir Ezzor y Alepo se extienden los campos petrolíferos de Siria. Nada comparable a los de otros países árabes, pero si una jugosa fuente de ingresos que, por cierto, parecen mejor empleados que en otras partes.
También paramos en un pueblecito de beduinos-hace tiempo que dejaron de ser nómadas- para ver un ejemplo de arquitectura tradicional. Fueron encantadores, amables y hospitalarios, algo de lo que tienen merecida fama. Una de las excursionistas pidió permiso a una muchacha para hacerle una foto. Yo no me hubiera atrevido y supongo que me lo habría negado. Una vez más no pude resistirme a captar lo que veía y disparé por instinto. Nuestra estupenda compañera de excursión Pepi (Penelope...en serio, maja de verdad. Ella y su marido Giorgos eran nuestros compañeros de mesa habituales, ella es profe de bachillerato...) posaba por doquier, y allí también. En esta foto quise captar las sonrisas de los niños. Los niños sirios me han parecido mucho más alegres que los españoles o griegos. Un buen tema de reflexión.
Alepo es una ciudad de cuatro millones de habitantes –Damasco tiene más de seis- y está presidida por un Álcazar de proporciones colosales. Para dar envidia al personal -sé que lo pagaré algún día- diré que nos alojábamos en el Hotel Sheraton y que este sí tenía cinco estrellas como gigantes rojas de gordas. Mierda de capitalismo, qué mal lo voy a pasar cuando volvamos a la vida de la tiza…
Precioso el centro histórico de Alepo con su barrio armenio y sus diversas mezquitas y callejas. El zoco nos reveló la historia que da título al post. En el barrio armenio hay un buen número de personas que hablan griego. Con nuestro encargado de grupo traduciendo la explicación de Hasán del inglés al griego para "Pinypon y Chus Lampreave” –dos excursionistas sobre las que huelga más comentario que su mote-, todos los que hablaban griego en Alepo nos oían llegar con antelación. Así nos encontramos con este profesional de la venta –que no merece menos epíteto- que nos saludó de “aquesta guisa”. La daga de la mano derecha completa el letrero que lleva en la izquierda y que reza en correcto griego: “cómprele un regalo a su suegra”…
viernes, 2 de mayo de 2008
Cartas Siriacas (y I: “Yunan no good”)
Como reflexión inicial decir que nos estamos perdiendo la Semana Santa ortodoxa. Me dicen que tras la observancia más o menos estricta del ayuno, todos los griegos participan de La Costumbre: el Domingo de Resurrección se ponen hasta las patas. En la tele han hablado de hasta 7000 calorías. Venden por doquier asadores-barbacoa tamaño “cordero entero” y eso hacen: asar espetones de metro y medio con cordero y lo que en Aragón se llaman madejas.
A Siria hemos llegado al alba. Tras un paso de aduana en el que coincidíamos con un vuelo procedente de Teherán -a las cinco de la mañana, ¿He dicho multiétnico?- nos llevaron a un hotel a desayunar por segunda vez. Ahí cometimos un error, porque NO nos pusimos púas. ¿Por qué un error? Porque los griegos a mediodía no comen y en el programa no estaba contemplado el hueco. Aclarado con el guía el asunto, cualquiera que haya visto mi constitución -well built, dijo nuestro amigo Ernest en su día- sabe que en lo de la comida no admito vaciles, se hizo parada en los días siguientes, lo que nos ha valido la gratitud de guía y conductor.
Después de desayunar, fuimos a ver tres monasterios cristianos situados en dos pueblos de las afueras de Damasco –Maaloula y Seidnaya- y por la tarde el Museo Nacional. Reventados... Llegamos al hotel.
Cenamos en un restaurante giratorio con vistas a Damasco una gran ciudad moderna -fea- con un precioso centro histórico situada en un oasis espectacular. La población sube a tomar el fresco a la montaña que domina la ciudad y por cuya escarpada ladera trepan las viviendas de los menos afortunados.
La mañana la dedicamos al Castillo de los Caballeros (o sea, los Cruzados). Una historia olvidada –o no aprendida- en Europa y muy viva en el mundo árabe. Impresionante conjunto y emplazamiento.
Nos guía Radwan Hasan, a la sazón profesor de la escuela oficial de turismo de Siria. Pedazo de GUÍA, sí señor. Francés, alemán e inglés fluidos y grandes conocimientos de historia y arqueología.
La zona, cercana al Mediterráneo, es de una gran belleza natural, que aquí, siguiendo la inveterada costumbre de los turistas, mejoramos con nuestra presencia. Estoy, obviamente, de broma. A veces se ven escenas patéticas de novia-frente-a-piedras, que me dan ganas de... Después de comer en un restaurante local –la comida como casi siempre en Siria, exquisita- Marchamos hacia el desierto. Palmira: la ciudad helenística de la Reina Zenobia. Dos buenos motivos para visitarla: las ruinas y el paisaje. Las ruinas son de las que dejan sin aliento a los que nos va la cosa. Todo ello en un oasis en medio del desierto al que llegamos en medio de una pequeña tormenta de arena… y lluvia. Mi mujer lo hizo otra vez: “Gallega poderosa mujer-lluvia” como dijo Toro Sentado.