Ayer día ocho de febrero, por cortés invitación de los señores Bacmeister (Nao, compañera en mi academia, y su esposo Enrique, Canciller de la Embajada de México. Ante todo muchísmas gracias, de corazón) fuimos a la cena que organizaba el Club Diplomático de Atenas y más concretamente la Embajada de Siria, con ayuda de la de Egipto en la que hice la inscripción.
El evento tuvo lugar en Voula, a las afueras costeras de Atenas.
Se anunciaba como "La Noche Siria", y lo fue.
El local estaba lleno y debido a que nos apuntamos a última hora, no pudieron sentarnos con nuestros anfitriones. Fue un mal menor, en primer lugar porque al final de la velada sí pudimos estar en su mesa, y, sobre todo, porque fuimos amabilísimamente acogidos por el personal de la Cámara de Comercio Arábigo-Helénica, griegos y sirios cristianos, que nos explicaron todas nuestras dudas y nos trataron de maravilla (las posibilidades de que lean esto es remota, pero -como google es "asín"- allá va un saludo y nuestro sincero agradecimiento).
Fantástica la comida siria -si podéis, probadla- y había música en directo de una extraordinaria animación; pero, ante todo y sobre todo, baile.
En teoría, nosotros ya habíamos visto danza oriental y la famosa, ahora sé porqué, "Danza de vientre". Fue en Túnez y el tunante del hotel nos cobró una cantidad indecente de dinero por una cena floja y un "espectáculo" deprimente.
Nada que ver. Por 30€ cena excelente y tres bailarinas de primera división. La primera, bellísima, animó la reunión sacando a bailar a los caballeros más lanzados. No necesitaban mucho estímulo, la verdad. Los sirios y egipcios tienen una pasión por el baile desmedida. La segunda bailarina era menos guapa, inevitable, pero su baile, sola, era más espectacular.
La tercera era la verdadera "Danza de vientre". Impresionante incluso para alguien a quien la danza no motiva apenas, como yo. La capacidad para mover el cuerpo por sectores y que esos sectores fueran los, digamos..., más interesantes para los caballeros y más envidiables para las damas, era asombrosa.
Una velada muy interesante en la que intercambiamos tarjetas de visita hasta agotarlas.
A una hora prudencial, Nao y Enrique tuvieron la infinita amabilidad de acercarnos a casa, una vez más, gracias.
Parece que en unos diez o quince días tendremos coche, lo vamos a agradecer mucho en estas ocasiones.
La calidad de las fotos es pésima porque me dejé la camara y son del teléfono... ¡Hay que ser cenutrio!
sábado, 9 de febrero de 2008
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